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Landscape genre, related originally to painting, was taken over by photography, a technology of representation characterized by its relationship to reality and its potential as a mass distribution medium. Nevertheless, in the last decades and due to its inclusion as visual art, photography has embraced the task of undermining these relationships in order to focus on its linguistic aspects. Taking distance from these developments, but including them as a problematic, Oscar Farfan’s Atlas presents a set of pictures that, by means of the frame repetition, and a ‘generic caption’—i.e. Mexico City suburbia—linked to all images, records the appearance of the territories created by the indiscriminate growth of Mexico City, while highlighting the institutional conventions that make any geographic setting something likely to be considered a landscape.

These are partial views of the metastasis created by businessmen and bureaucrats modernization illusions, but also are images recording fragments of reality that, juxtaposed, speak about its construction as an archive, as a set of visual records. If a “complete” conventional landscape refers equally to the arbitrary nature of artistic conventions and the inability to signify a picture out of them, these images- fragments-file units, however, when extracted from the interpretative frameworks, which produces and administers the meaning of an image as art, enlarge its symbolic dimension as a public good. Their position as a set of moments of experience render them as an archive, i.e. a system of statements disposed as records of reality. Atlas, therefore, claims to show the tension between the cognitive and symbolic dimensions inscribed in the referential nature of photography, its capabilities, as an archive, or as systematic set of maps, or knowledge, of broaden the possibilities of meaning building strategies in connection to the reality around us. The pictures conforming Atlas refer equally to Mexico City and its landscapes, to their political and economic contradictions, and their feasible forms of representation.

Blanca Gutiérrez
Mexico City, March 2009.

 

 

País y paisaje son dos términos que comparten la misma raíz etimológica. Los dos se refieren a un territorio, a una entidad geográfica delimitada por fronteras. En el caso del país las fronteras definen su carácter político, en el caso de paisaje su dimensión estética y su pertenencia al conjunto de los géneros artísticos. El paisaje se define, en efecto, por el hecho de ser “mirado desde un determinado punto de vista”. No todo territorio es un paisaje, sólo lo es aquel que se encuentra sujeto a la mirada del contemplador, de quien se detiene a mirar, que puede o no ser un artista. Así pues, ver, dejarse afectar y/o registrar el aspecto físico de un territorio supone una actitud, incluso corporal, mediada por convenciones sancionadas histórica y culturalmente, y supone asumirlas y ponerlas en operación para significar algo como paisaje.

El paisaje, género propio de la pintura, fue asumido por la fotografía, una tecnología de la representación caracterizada por sus vínculos con la realidad y sus posibilidades de distribución masiva, pero que, en las últimas décadas y debido a su inscripción como arte, se ha dado a la tarea de socavar esos vínculos para concentrarse en sus aspectos lingüísticos. Tomando distancia frente a estos desarrollos, pero incluyéndolos como problemática, Oscar Farfán nos presenta en Atlas un conjunto de fotografías que a través de la repetición del encuadre y los motivos y de la reiteración texto al pie de la imagen, documentan el aspecto de los territorios creados por el crecimiento indiscriminado de la ciudad de México a la vez que ponen en evidencia las convenciones institucionales que hacen de cualquier configuración geográfica algo susceptible de convertirse en un paisaje.

Se trata de “cuadros”, de vistas parciales de las metástasis creadas por los espejismos modernizadores de empresarios y políticos, pero también de imágenes que registran fragmentos de esas realidad y que en su yuxtaposición se refieren a su construcción como archivo, como documento. Si un paisaje convencional, completo, alude por igual al carácter arbitrario de las convenciones artísticas y a la imposibilidad de significar una imagen fuera de ellas, las imágenes-fragmento, las unidades del archivo, por el contrario, al ser extraídas de los marcos interpretativos con los que se produce y administra el sentido de una imagen como arte, potencian su dimensión simbólica como bien público. Su agrupación en un conjunto de momentos de experiencia los produce como archivo, es decir como un sistema de enunciados dispuestos a convertirse en documento de la realidad.

Atlas quiere, por tanto, mostrar la tensión entre las dimensiones cognitiva y simbólica inscritas en el carácter referencial de la fotografía, sus capacidades para, como en el archivo, o en el conjunto sistemático de mapas, o de conocimiento, ensanchar las posibilidades de construir operaciones de significación a partir de la realidad que nos rodea. Las fotografías de Atlas se refieren por igual a la ciudad de México que a sus paisajes, por igual a sus contradicciones políticas y económicas, que a sus formas de representación.

Blanca Gutiérrez Galindo
México D. F., marzo del 2009.

 


 

 

 

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